Por ahora, esto es el diario de un parado.

Aunque iré añadiendo nuevas cosas, si es que me entero bien de como hacer un blog en condiciones...

Bienvenidos y espero que os guste


Si fuera así, dejadme un comentario que no cuesta nada escribir dos palabrejas...

lunes, 29 de agosto de 2011

Indortes se incorpora hasta sentarse del todo. Sus manos vuelan sin que el pueda ni quiera evitarlo hacia la cara de su amada. Con un gesto suave aparta el pelo de Nisunin y lo coloca detrás de sus hombros.
-          Nunca habrá nada más bello que tú.
Y mientras dice esas palabras acerca su boca a la de la mujer y la besa tan suavemente como recogió antes su pelo. Cuando se separan sus labios, Nisunin le mira a los ojos y le dice:
-          Nunca habrá nada más eterno que nuestro amor.
Cuando termina su frase un escalofrío recorre su espalda y da un respingo que Indortes cree que es producido por frío.
-          ¿tienes frío?
-          No. – responde Nisunin-  Es que he sentido un dolor muy agudo en el corazón cuando te contesté.
-          ¿Estás bien?  Recoge el cántaro y nos vamos. La tarde es fresca y has cogido frio cuando recogías agua mojándote los pies
-          No. Estoy bien. Solo fue un momento. Bésame de nuevo y se me pasará.
Indortes mira a su amada con cara de pillo y le contesta sonriendo.
-          Si lo que querías era otro beso del “Gran” Indortes no tenías mas que pedirlo
-          ¿El “Gran” Indortes? – dice Nisunin poniéndose de pie y mientras rodea su vientre con sus brazos dobla su torso hacia delante.- Ja.ja.ja.ja.ja.ja
-          Pagarás caro este insulto – Grita Indortes mientras se lanza de un salto hacia Nisunin y por efecto del impulso, los dos caen de nuevo al suelo abrazados y riendo.
Vuelven a mirarse a la cara mientras permanecen abrazados en el suelo y un beso más largo y profundo que el anterior les hace olvidar quiénes son y donde están
Durante unos minutos los dos amantes se dedican a mirarse y besarse abrazados en el suelo del bosque. El rio acompaña a la pareja con su ruido monótono y los pájaros de la ribera saltan y cantan aquí y allá.
Pasado un rato, Nisunin se da cuenta de que el sol ya alumbra menos y le dice a Indortes:
-          Tenemos que pensar en volver. Si nos coge la noche por el camino mi madre se enfadará conmigo y a ti te azotará con una vara en el trasero.
-          No es mala advertencia esa. Ja. Ja.ja.ja.
Indortes recoge el cántaro lleno de agua y dando la mano a Nisunin comienzan a subir la pequeña cuesta que les llevará de nuevo al camino por donde vinieron.
Cuando ya han superado el badén y se encuentran ya en terreno llano tienen que sortear jaras y altas retamas para seguir avanzando a terreno mas despejado.

Es en ese momento cuando por la parte derecha, donde el camino se pierde en línea recta en el bosque, un ruido ronco  se escucha de repente. Los dos se paran en seco. Escuchan entonces sin poder ver aún de que se trata pues solo aciertan a ver trozos del camino.
El ruido se hace cada vez más cercano y ahora se reconocen algo parecido a pisadas. Muchas pisadas. Demasiadas pisadas, piensa Indortes, como para dejarse ver.
Con un gesto indica a Nisunin que guarde silencio y que se agache junto a él.
Ahora ya no ven nada del camino. Los matorrales les esconden pero también les quitan cualquier visión de lo que está ocurriendo unos pasos más allá.
Los pasos se acercan. Son muy acompasados. Se adivinan muchos pies pisando la arena del camino pero todos siguen un camino. También se puede oír algo parecido a unos cascos de un caballo.
Indortes mira a Nisunin y le indica con la mano que no se mueva. Mientras él se arrastra entre los arbustos sin que Nisunin pueda hacer nada por evitarlo aunque en su cara el miedo se hace cada vez más patente.
Indortes sortea los matorrales hasta que llega a una zona en la que puede divisar lo que está atravesando el camino que lleva a su aldea.

miércoles, 24 de agosto de 2011

Indortes frunce el ceño simulando enfadarse y le dice a su amada:

-          Si nos paramos constantemente no vamos a coger el agua y tu madre se enfadará con razón.
Nisunin se acerca más a él y le besa con dulzura en los labios.
-          Mi madre me adora y ahora que sabe que seré la esposa del jefe de nuestra tribu no se atreverá a decirme nada. Temo más a las viejas de la aldea y sus comentarios sobre nuestros paseos a solas por el campo…
-          Sobre todo – replica Indortes- si se enteran que para coger un cántaro de agua nos hemos alejado mucho de la fuente…
Reanudan su marcha cogidos de la mano y a pocos metros se desvían del camino y medio resbalando por una pequeña ladera, bajan hacia el rio que fluye paralelo en algunos de sus tramos al camino que han abandonado.
Los arboles aquí son distintos. Abedules, olmos, álamos, avellanos, hunden sus raíces en la tierra húmeda alrededor de las orillas. El rio forma una línea en la que la luz del sol entra a raudales por encima del cauce. Y a ambas orillas, más oscuras, la hierba fresca forma una alfombra verde y decorada aquí y allá por helechos y hierbas.

Nisunin acerca el cántaro a la orilla y arrodillándose lo hunde en el agua. Las burbujas de aire que dejan su lugar al agua, salen de la boca del cántaro en tropel.
-          ¡Qué fría está el agua! –dice Nisunin.
-          Entonces de bañarnos no hablamos – responde Indortes que ya está metido hasta las rodillas en el rio y con los brazos en jarras mira sonriente a Nisunin.
-          Yo no me baño aquí. El agua está helada.
-          Tendré que cogerte y meterte en el rio a la fuerza.
-          Tendrías que cogerme primero, pastorcillo. –le dice Nisunin mientras deja el cantaro tapado ya con un corcho en un lecho de hierba.
Nisunin echa a correr y entonces Indortes, cogido por sorpresa chapotea mientras corre para salir del agua. Resbala y cae de bruces en el rio empapándose completamente. Se levanta y chorreando agua llega al fin a la orilla. Se aprieta los extremos de la ropa para escurrir algo el agua y comienza a temblar.
-          Tienes razón esta helada. Me enfriaré seguro…- dice Indortes mientras mira para encontrar a Nisunin.
Pero Nisunin no está. Indortes mira a un lado y otro de la orilla del rio y no ve a su amada. Una sonrisa acude a su boca y piensa que Nisunin tiene ganas de jugar al escondite.
Decide hacerse el interesante y sigue escurriendo sus ropas caladas de agua. Pero al no tener ninguna respuesta ni observar ningún movimiento, se pone a andar siguiendo el rastro que los pies de Nisunin han dejado en el barro de la orilla y entre la hierba después.
De repente, algo le golpea por detrás y trabado también por un pie en su pantorrilla, cae al suelo. Se vuelve rápidamente para descubrir a Nisunin de pie frente a el. Adopta la misma postura que el hace un rato cuando estaba en el rio. Con los brazos en jarras, Nisunin le espeta a Indortes:
-          ¿Quién se iba a bañar?
-          Si no me hubiera escurrido estarías muy mojada ahora mismo jovencita.
-          Parece que el mojado eres tu y deberías quitarte esas ropas cuanto antes o te pondrás enfermo. – le dice Nisunin mientras se agacha hacia Indortes.
-          No estaría bien que alguien descubriera que me desnudo delante de la que será mi mujer antes de que lo sea. – le responde Indortes mientras se ha levantado sobre sus codos frente a Nisunin
Esta arrodillada frente a él le ayuda a quitarse la camisa de lino. El torso desnudo del hombre enciende las mejillas de ella. Ha visto desde siempre muchos hombres así y no sabe porqué ahora es diferente.
Indortes confuso con la reacción de ella y con la cara ardiéndole no puede apartar la vista del cuerpo femenino que tiene ante él y las formas que se adivinan bajo la ropa. La vergüenza que siente le obliga a apartar la cara pero solo un segundo porque vuelve de nuevo a mirar a la mujer que tiene enfrente y luego mira con la boca aun abierta, la cara de Nisunin.
En el rostro de ella la confusión, el vértigo y la pasión se mezclan sin parar. Indortes está sintiendo lo mismo aunque ninguno de los dos saben de los pensamientos del otro

Capitulo 2

Un pájaro canta nervioso en una rama. Como queriendo encontrar desde qué sitio su voz se puede escuchar mejor, salta a otra y reanuda durante unos segundos su tonada. Su silbido monótono pero cantarín, se oye sobre el más cansino y constante ronroneo de los grillos y abejas que pueblan los márgenes del camino. Una leve brisa, mece las hierbas de esos márgenes. Donde algunos montones de piedras se agrupan, las zarzas ofrecen ya sus frutos rojos. Quedan algunas semanas para que se vuelvan morados y dulces. El pájaro detiene su melodía para picotear algunas moras. Aquí y allá otros pajarillos hacen lo mismo.

Las flores amarillas del diente de león, las moradas del cantueso, las rosadas de la digital y algunas mas, han sustituido a las de las jaras, el romero y el tomillo que han ido despareciendo para dejar los tallos y hojas verdes, llenos a rebosar de los aromas que inundan esta tarde de mediados de verano. El calor del sol ha ido recalentando esas hierbas y es ahora, a la caída de la tarde cuando los perfumes se mezclan en una sinfonía que remata la belleza del paisaje.

Alguna lagartija cruza rápidamente desde una orilla a la otra del camino. Todo bulle de vida en este rincón del camino.

Los árboles que bordean el camino arrojan franjas de sombra sobre el mismo y a pesar de ser pocos, dejan en sombra grandes trozos. Se trata de arboles de copas anchas y frondosas. A ambos lados, se extiende un bosque típico de esta parte del mundo formada en gran parte por esos árboles.

Robles, encinas y alcornoques esparcidos sobre el monte, forman el dosel principal del bosque. Los pinos, más altos, intentan robarles la luz del sol y alzan sus copas por encima de sus compañeros más bajos. Por debajo de todos, retamas, laureles, espinos, romeros o jaras aprovechan para poblar los claros que dejan los árboles.

Entre los arbustos, y sobre todo debajo de los arboles, se notan claros que han sido producidos por la recogida de leña o el pastoreo de ganado. Eso en algunas decenas de metros a partir de las orillas del camino. A partir de ahí, el bosque se cierra a ambos lados y los arboles entrelazan sus ramas formando un techo denso y dejando por debajo de este dosel un mundo de luz y sombras inquietante. Los arbustos cierran también con una mayor densidad estas zonas y es difícil avanzar hacia dentro del bosque a partir de esa frontera.


Por una de las partes del camino, este su curva formando un recodo. A poca distancia, se va inclinando hacia abajo formando varias curvas para que dicha bajada no sea muy radical. Esta parte del camino es más oscura porque en las curvas se entrelazan casi todos los arboles que son también más numerosos aparte de más densos.

Por el otro lado, el camino se pierde en línea recta hasta que ya no se distingue entre el bosque.

Un murmullo se escucha de repente por la parte oscura del camino. El ruido de los insectos sigue su constante zumbido. Pero los pájaros han callado para escuchar que es lo que se acerca al recodo.

El sonido se acerca despacio.

Se trata de voces. Es una conversación. Entre dos personas. Palabras y risas.

Cuando llegan al recodo, se paran sin dejar de charlar.

Se ponen frente a frente y se cogen de las manos.

Un hombre y una mujer se miran a los ojos.

Son muy jóvenes.

Todo el bosque parece pararse. Incluso la brisa no quiere molestar a la pareja durante unos instantes, pero juguetona, mece al fin algunos mechones negros de la chica.

Son jóvenes y están enamorados.

Nisunin e Indortes pasean su amor en esta tarde de verano…