Decididamente este no es su día de suerte.
Cuando le quedan ya solo unos pasos para llegar al banco y mientras se siente ya mas aliviado por el cercano descanso, descubre con enorme fastidio que el banco está ocupado.
Mirando alrededor descubre que solamente ese banco en todo el espacio que abarca su mirada está lo suficientemente protegido y soleado en ese momento. Como había pensado hace un rato.
Acostumbrado a no hablar con extraños bien sea por la timided que arrastra desde que era niño o por que a sus años no encuentra ya interesantes las pequeñas historias de los demás, que el banco esté ocupado es la peor de las noticias.
Sin embargo está cansado y por otro lado, siente que ese parque le pertenece en parte aunque solo sea por que lo recorre diariamente desde hace años.
Por lo tanto, tiene perfecto derecho a sentarse junto a alguien y ni siquiera saludar. Si. Eso hará. La imagen de viejo gruñon no le es extraña entre varios de sus vecinos de edificio así que un extraño no tiene porqué llevarse otra imagen distinta.
Resuelto ya el dilema y poseedor de la solución, sigue caminando hacia su destino inicial.
Según se va acercando, su cansada vista ya le permite enfocar hacia la persona sentada. Parece tratarse de una mujer. Posee una melena de cabello negro que devuelve brillos del sol.
Una duda le asalta entonces al anciano. Será una mujer o un melenudo de esos a los que tanto aborrece. Cuando era un preadolescente, intentó dejarse el pelo largo. Tiempos de hippys. Pelos largos, barba, pantalones de campana, ropa holgada y multicolor…
Los pantalones y la ropa multicolor no se los pudo comprar su madre. El pelo largo no llegó a serlo nunca. Cuando su padre se enteró de sus intenciones le dio a elegir. O la peluquería o un bofetón. No estaban aquellos tiempos para ser demasiado arriesgado con eso. Y menos en aquel pueblo. Si no era su padre sería el cura o el maestro los que llevaran de la oreja al peluquero. Y en cuanto a la barba… Los cuatro pelos desperdigados por su barbilla tardarían años aún en tener la posibilidad de poblar esta.
Cuando ya tenía algunos años más, la moda hippy había pasado y el ya no tenía la necesidad de imitar a nadie. Y ahora estaba en el lado de los abuelos una vez sobrepasado ya incluso el de los padres.
Casi llegando al banco alcanza a ver la figura de una muchacha sentada. Bien. Al menos no es un tipo de esos. Y además ocupa un lado. Hay sitio de sobra para él sin que tenga que pedir a la chica que se aparte un poco.
Dos pasos y el anciano llega a su banco soñado. Sin prácticamente mirar a la chica, se sienta. Cierra los ojos y percibe en el rostro el tímido calor del sol del atardecer. Suspira de alivio y se deja llevar por los sonidos lejanos de pájaros y por ese calor tan agradable.
Cuando abre de nuevo los ojos, la chica ya no está. Mira a su izquierda y luego a su derecha y entonces la ve alejarse.
La tarde empieza a arreglarse, piensa mientras vuelve a cerrar los ojos esta vez sonriendo…
Me alegro de que hayas vuelto a escribir, ya pensaba que abandonabas y me parecía fatal. Aunque sea muy de vez en cuando, no lo dejes.
ResponderEliminar... aunque espero que el viejo cascarrabias no sea un alter ego tuyo, chiquitín
Besos mil