Por ahora, esto es el diario de un parado.

Aunque iré añadiendo nuevas cosas, si es que me entero bien de como hacer un blog en condiciones...

Bienvenidos y espero que os guste


Si fuera así, dejadme un comentario que no cuesta nada escribir dos palabrejas...

jueves, 24 de marzo de 2011

24/03/11

Para los que de vez en cuando se pasan por aquí (me temo que solo dos), y como parece que les interesa algo esa pequeña historia... hoy ración doble. Gracias.

Ahora ya se va quedando más tranquilo. Definitivamente esa pobre muchacha está loca. Un sentimiento de afecto le empuja a dirigirse a ella de nuevo pero con mucha más calma y se dispone a ayudarla en lo que pueda.
-          Señorita, creo que se ha podido perder. Si quiere que la acompañe a algún sitio o que llame a alguien que la ayude…
La chica le responde ahora sin mirarle.
-          Solo hay un sitio a donde puedes acompañarme ya. Solo queda que cerremos nuestra historia. Solo hay un sitio para el amor eterno. El amor eterno vive en los pétalos de una flor. Tráeme la flor, amor mío, y descansemos.
De nuevo la obsesión por la flor, piensa el anciano. Se mantiene en la idea entonces de seguirle la corriente. Quizás de esa manera dé tiempo a que alguien pase por allí y le ayude a llevar a la muchacha a algún sitio o pedir ayuda a personal especializado que venga a buscarla. Y en cualquier caso, es posible que la chica se sienta mejor si está acompañada. Como además él no tiene ninguna prisa, decide preguntarle por la dichosa flor. En el fondo le está picando la curiosidad. Aunque mirando al cielo, se da cuenta que el sol ya solo les alumbra por entre las ramas de los árboles. En poco tiempo se echará la noche encima.
No es que tenga miedo de volver de noche a casa, pero su hermana se preocupará si llega tarde. Aunque algo más joven que él, también es ya una anciana que sirve de apoyo y depende a su vez de su hermano. Cuando quedó viuda hace ya veinte años, se fue a vivir con él y desde entonces han estado juntos. El viejo cascarrabias tiene en su hermana su espejo. La vida no ha sido demasiado justa con ella que sumado a los dolores propios de la vejez, hacen de ella una persona hosca y casi constantemente enfadada.
Pensando en ella, el anciano no se ha dado cuenta de que la muchacha ha empezado a hablar de nuevo.
-          En cada ocasión que hemos vuelto aquí he tenido que recordarte lo ocurrido. Ya te he dicho que no me enfado ya por ello. Las primeras veces sí. Pero sé que antes o después cumplirás tu promesa. Voy a contarte de nuevo lo mismo. Mirándote ahora, creo que no nos queda ya mucho tiempo. Cada vez que te he vuelto a ver, has ido haciéndote más mayor mientras yo me quedaba esperando en mi eterna juventud. Y tú avanzabas sin que entienda porqué. Y olvidabas todo de la misma manera. Y no lo he entendido nunca.  Pero me hiciste una promesa bajo este árbol que como yo, no ha envejecido. Todo alrededor ha pasado lentamente. Todo ha cambiado miles de veces. Y sin embargo, yo he esperado aquí a que volvieras y cumplieras tu promesa. Éramos tan felices… y la maldita guerra acabó con todo. La guerra. Las guerras. Como por una maldición, siempre te he visto en guerra. Solo ahora puedo verte en paz. Por eso y por tu edad, creo que el tiempo se acaba por fin. Con una guerra comenzó mi tortura y en paz debe terminar.
Los pensamientos bullen en su cabeza. Esta chica está completamente loca pero hay algo en esa historia que le preocupa. ¿Por qué habla del fin?.  Y de una guerra. El no ha vivido ninguna guerra. Las guerras ahora solo están en los libros de historia y en imágenes de la televisión.
Y además sigue hablando como si le conociera desde siempre. Esta mas confundida de lo que pensaba, aunque la certeza de que la conoce de algo, le confunde a él mucho mas.
Las farolas del parque se encienden ya con esa luz anaranjada que luego se volverá blanca. Todo es quietud en esa parte del parque. Recuerda lo que dijo la chica sobre el árbol y mirando hacia arriba se fija en el viejo roble que los cobija. Es un árbol con muchos años sin duda. Su grueso tronco hunde sus potentes raíces en el suelo. Algunas sobresalen por encima de la hierba. En sus innumerables ramas se mecen millones de hojitas dentadas. Da sombra a una porción muy grande de césped. Bajo el, se sientan los enamorados a arrullarse, los niños a jugar, algún deportista a descansar de su carrera, y el árbol tiene sombra para todos. En uno de sus extremos, sirve de tejado al conjunto de banco y celosía donde está sentada la pareja.
Mirando de nuevo a la chica, se fija en la palidez de su piel y le pregunta entonces:
-          Si tienes frio te puedo acompañar a tu casa o algún sitio…
Contento con esa salida que quizás recomponga la situación y termine ya con esto se atusa su propio abrigo como afirmando con gestos que deben pensar en irse. Sin embargo, la chica no se mueve. Y al poco, vuelve a hablar de nuevo con esa firmeza que ha usado desde el principio.
-          Yo siempre tengo frio, amor. Recuerda que aquella tarde también tenía algo de frio y nos sentamos aquí al sol para que se me pasara. El viento se había calmado al fin y nos sentamos aquí mismo. ¿Recuerdas?
Me rodeaste con tus brazos y nos sentamos a mirar los campos. El sol nos calentó y nos sentimos tan bien que nos quedamos dormidos y abrazados. ¿Recuerdas? ¿Recuerdas ahora, Indortes?
¿Indortes? ¿Por qué le llama Indortes? Ese nombre… Ese nombre… Ahora sí que está asustado. ¿Cómo sabe esa chica ese nombre?  En su juventud, le gustaba leer historia de celtas, íberos y demás pueblos antiguos. Escribió algunos trabajos para subir nota o por simple diversión para relajarse entre exámenes y sin saber porqué decidió firmarlos con el nombre de Indortes. Pero como podía saber aquella muchacha que…
Su pulso se acelera, cuando recuerda que su otra pasión en aquellos años e incluso desde que era un niño eran… las plantas. Y más concretamente, las orquídeas. Las flores…
Entre la confusión de su cabeza, solo acierta a preguntar.
-          ¿Cómo te llamas?
La muchacha ha vuelto a llorar. Con sus ojos llorosos le mira de nuevo y le contesta lo que él no habría pensado nunca que le iba a contestar…
-          Nisunin. Me llamo Nisunin.
No puede ser. ¿Qué le está pasando? ¿Qué broma es esta? ¿Quién puede ser tan cruel como para hacerle esto?
Ese es el nombre que le puso a su novia… Bueno, a la que él siempre consideró su novia. A la que como él no se atrevía a decirle nada ni a  declararse, se casó con otro y le dejó hundido en una melancolía que incluso ahora le mordía de vez en cuando el pecho.
Era tan bonita y tan inalcanzable para él, que se dedicó a admirarla y a espiarla pero nunca se atrevió a decirle nada. Se trataba de un amor platónico y destructivo. Destructivo solo para él, puesto que la chica seguía viviendo su vida de adolescente sin saber nunca que él la adoraba. Muchas veces había pensado después en aquella época y se había arrepentido de no haber sido tan valiente como para dar el paso. Incluso si la respuesta hubiera sido negativa, al menos ya sabría que no había futuro en aquel amor. Sin embargo, aquella historia se quedo en su vida como una espina dolorosa siempre clavada sin poder ser arrancada.
Como ella no sabía nada, tampoco sabía que su amante misterioso le había cambiado incluso el nombre poniéndole el de una mujer ibera. De esa manera, Indortes vivía su propia historia de amor inventada, platónica, maravillosa con Nisunin sin que esta supiera nada.
Y aquella Nisunin se convirtió para aquel Indortes en el más preciado de los secretos. En la historia nunca vivida pero reinventada tantas veces… Y era aquél un amor invisible físicamente, pero adaptable a cada etapa de la vida.
Desde que acabaron la universidad, no la había vuelto a ver pero en su imaginación aquella chica de largo pelo negro, pálida de piel, esbelta y bella le había acompañado en muchos momentos de su vida. Con el paso de los años, solo quedaba el nombre  y los vagos recuerdos de los tiempos felices de la juventud.
Y ahora sin saber cómo, surgía en aquel parque una chica…
La cabeza parece que le va a estallar. Sus sienes palpitan con fuerza. El corazón galopa en su pecho. Vuelve de nuevo a decirse para si lo que acaba de recordar mientras mira con ojos asustados a la muchacha que le mira a su vez con lágrimas mojando sus pálidas mejillas…
Nisunin. Pelo negro y largo. Pálida de piel. Esbelta. Bella…

miércoles, 9 de marzo de 2011

10/03/11

Convencido de que se trata de un error y de que su mente cansada le está jugando una mala pasada entre lo que ocurre y sus recuerdos, responde con una amabilidad extraña en él.
-Disculpe señorita pero creo que se equivoca. No recuerdo que nos conozcamos.
La chica no mueve un solo músculo y sigue mirando al suelo.
-Siempre me dices lo mismo…
Recuerda en ese momento el anciano los programas de la tele de cámaras ocultas y cree haber dado con la solución a lo que está ocurriendo. Responde ahora con menos amabilidad que antes.
-Señorita. Si se trata de una broma yá está bien. Le repito que no la conozco.
La chica imperturbable sigue mirando hacia algún punto perdido del suelo que está ante ella.
-Ha pasado tanto tiempo que ya no me enfado cuando no me recuerdas. Tanto tiempo… Al principio incluso me enfadaba. ¿Te acuerdas? Pero ahora ya no me puedo enfadar contigo. Solo puedo estar triste por tu olvido…
Esas últimas palabras han dejado a nuestro hombre más confuso de lo que estaba si cabe. Convencido a medias de que no se trata de una broma de mal gusto, empieza a pensar en que la chica está perturbada. – Una loca – piensa para sí. Eso debe ser, una loca. Al final la tarde se está poniendo interesante. No le gustan las sorpresas pero todo esto no lo esperaba y le permite salir por unos minutos de su tranquila y buscada monotonía.
No sabe si seguirle el juego a la joven o marcharse. Piensa por un momento que quizás pueda ser agresiva y eso le hace sentir un instante de pánico.
Quizás por ese instante o porque varias ideas le bullen de golpe todas juntas, vuelve de nuevo a darse cuenta de que la conoce de algo. Esa chica…
Puede ser incluso una cajera del supermercado, o una vecina, o…
La conoce y no sabe donde la ha visto. Asi que con esa idea que tranquiliza algo sus ideas, decide responderle e indagar de una vez por todas quien es la misteriosa chica. Como en el fondo se siente bien por mantener una conversación con una chica tan bonita, utiliza un tono más cordial.
-Es una lástima señorita pero tiene que entender que a mi edad, la memoria falla. Disculpe que no la haya reconocido pero seguro que usted si me puede decir donde nos hemos visto. Si me permite decírselo, es difícil olvidar una cara tan bella pero… ya le digo que mi edad…
Una sonrisa vuelve entonces a la cara de la chica que volviéndose lentamente hacia el, le dice:
-No te preocupes amor. Siempre ocurre lo mismo. Prometiste traerme una flor y yo te prometí venir aquí a por ella. Cuando te fuiste, supe que no volvería a verte. Al menos en aquella vida. Pero tu prometiste volver aquí y traerme una flor. Por eso he venido desde siempre y no pierdo la esperanza de que algún día, cerremos nuestra historia y me traigas una flor. Ese día nuestro amor será por fin eterno y descansaremos juntos.